EL DESVÁN DE LOS OLVIDOS.

Hay un rincón en el alma, un rincón olvidado a conciencia. El rincón de los sueños rotos, de las desilusiones, de los miedos, de las dudas, de las añoranzas, de los dolores, de los mazazos recibidos en el largo y tortuoso sendero de la vida. El rincón de los desvelos, de los jirones en el suelo, del polvo acumulado.

Cerrado a cal y canto, es el desván donde se almacenan las cicatrices y se esconden los temores más absurdos. Las tristezas también tienen allí su cabida, las nostalgias que traen melancolía.

No suelo abrir la puerta y entrar, se precisa valor para pisar la oscuridad y la soledad que traen los recuerdos en algunas ocasiones. Anestesio el sentimiento con una facilidad pasmosa, forma parte de la costumbre.

Sin embargo, la mente es perversa si no se controla y no perdona la debilidad, así que las noches de insomnio suele pasear a sus anchas por los rincones prohibidos y rebuscar en los baúles escondidos, con la extraña necesidad de crear problemas donde no los hay, traer fantasmas que no existen a las noches largas y lentas en las que alguien nos roba el sueño.

No es bueno regodearse en el dolor de la pérdida infinita. No es bueno echar de menos a alguien que ya no está. No es bueno lamentarse de las decisiones tomadas hace mil años. No es bueno pretender recuperar lo que es mejor dejar como está. No es nada bueno meter el dedo en la llaga, en realidad es un sin sentido. Mejor no remover el pasado después de que las aguas volvieron ya a su cauce.

Los libros se leen hacía adelante, pues por la misma regla de tres, no hay que volver sobre nuestros pasos. Lección aprendida, así he amanecido, ¡con unas ganas locas de comerme el mundo!, ¡buenos días a todos!.